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Al respecto del arte poético

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Escrito por:
*Dunia Oriana González Rodríguez©

 

Algo tan maravilloso y esquivo como un animal salvaje, así es la poesía.

Hay que adentrarse con cautela a la selva de sus misterios, pisar con atención cada camino, cada paradoja que nos producen las bifurcaciones. Cada planta llena de sonidos y vocales que se esparcen como esporas peligrosas nos van rozando poco a poco la piel, que ha sido manchada por el sol, la lluvia y el viento del espeso bosque, al que sin más remedio llegamos por curiosidad; entonces aparece claramente la necesidad de contar o simplemente porque nuestros pasos apuntaron a esa dirección, nos fue seduciendo como una idea a punto de caer totalmente ilesa sobre la hoja en blanco.

La poesía juega con nosotros y nos hace pequeños dioses taciturnos, malditos cuando profesamos; halados cuando podemos exorcizar todos los fantasmas, dolores, tristezas, alegrías y amores que se nos van acumulando, allí, en la parte posterior cercana al corazón, un lugar que los médicos no pueden precisar a pesar de su argucia y los avances tecnológicos, pero que los poetas sabemos que existe porque allá, en ese lugar, empieza esa tremenda sensación, esa irremediable molestia, que poco a poco se va acomodando en el esófago y paulatinamente va enronqueciendo la garganta, inflamando la lengua, produciendo hinchazón al paladar, salivando gruesamente cada fonema.

Es así como en esa terrible congestión, en los síntomas más sutiles cual resfriado inadvertido nos obliga a carraspear, aclararnos la voz e inútilmente saber que es hora de sentarnos a escribir; porque se ha conjurado el deseo de cantar aquello que nuestro cuerpo mismo rechaza y que el entendimiento se niega, se nubla por ruidos malsanos, cotidianos, pestilencias de modernidad y fruslerías humanas.

También la dicha puede hacernos escapar a nuestro destino de poetas, si pensamos que cualquier otra cosa que no sea jugar y provocar a los espíritus a través de los versos nos llena de sentido y nos arrebata la loca emoción de creernos videntes, posibles videntes que escriben a ciegas sintiendo un llamado más allá de las estrellas, una sinrazón que nos empuja a sentarnos y devorar rima tras rima palabras que se entretejen y que vienen en nuestro auxilio de pequeños dioses creadores, desde buhardillas o palacetes magníficos. No hay lugar, no hay tiempo, no hay espera.

En la hoja en blanco las manos traducen lo que alma dicta en susurros, en silencios, en sueños amargos o claros, al momento de pasar la calle, o justo cuando las nubes se electrizan y roban con el viento las hojas secas de los árboles… Cuando la mujer besa lujuriosamente a su amante reclamando su derecho a ser o el hombre obnubilado asesina placenteramente a su víctima saltándose las reglas de la sociedad.

Se nos vuelve arma letal y al mismo tiempo insulsa, así de contradictoria, de déspota, de magna sobre la pobre humanidad, bebiendo de sus existencias, arrancado hasta la última gota de ritmo y musicalidad para cantar a sus anchas, alegres o lastimeras tonadas; allí provocando ebriedad y enfado para quienes escuchan y no leen, para quienes leen y se arraigan a escribir, y también para los que siendo poderosos no les seduce, por lo que la ven como un ataque, kamikaze terrorista, blasfemia y tragedia.

Escribimos poemas como un acto de fe a veces encubierto de esperanza y otras de tregua, remordimiento, olvido y hartazgo. Escribimos poemas cuando no podemos gritar, cuando no podemos encontrar la parte exacta en la que duele el amor, la muerte, la decepción, la locura, la soledad, o la risa que nos ha embriagado el ser de vitalidad.

Escribimos libres convencidos de que tal vez es la única manera de estar ahí, de traducir las imágenes y las palabras perdidas del mundo; de retratar con ahínco aquello que está afuera y dentro de nosotros y que nos configura y concretiza en diferentes realidades, aquello que se nos convierte en trasmutación.

Escribimos poesía cuando todas las demás formas convencionales se nos han escapado de sentido y nos dejan en la trinchera de las ilusiones adornadas de enormes reservas de versos y libros abiertos por leer. Podemos crear poemas porque se nos hace tan necesario como respirar; se nos convierte el estado natural más acertado para comprender la vida y la muerte; lo tangible y lo inmaterial; lo profano y lo religioso; lo trascendental y lo cotidiano; todas las formas de lo contrario y lo versátil del existir.

 

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*Licenciada en Español y Literatura de la Universidad Industrial de Santander-UIS. Especialista en Creación Narrativa de la Universidad Central-UC. Actualmente, estudia una maestría en Escritura Creativa en Español en la Universidad de Salamanca. Ha sido correctora de estilo para la Universidad Manuela Beltrán y Pamplona, así como para diferentes empresas y editoriales del sector público y privado. Se ha desarrollado como editora en proceso de autoedición y servicios editoriales para autores y fundaciones con enfoque de género y memoria. Ha desarrollado cursos de francés básico para público en general y empresarial. Se ha desempeñado como Directora ejecutiva y administrativa de la REIC para la FILBO 2018 y proyectos a la par. También es escritora y ha publicado poemas, cuentos, artículos, ensayo, crónicas, entre otros, para portales independientes en internet, publicaciones universitarias y revistas independientes sobre la creación literaria, redacción, gramática, comprensión lectora, edición independiente, feminismo, educación, deportes como escalada, trail running y mountain bike.

 

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